Un espacio público imaginado como museo vivo del valle.
Rutas de bajo tránsito para recorrer en bicicleta, conectando pueblos interiores, miradores naturales y estaciones de tren abandonadas.
Casablanca posee cielos limpios gracias a su baja contaminación lumínica. Se organizan encuentros autogestionados para observación astronómica y noches de cuentos campesinos.
En sectores rurales, pequeños productores venden vino a granel desde sus casas o barricas artesanales. No tienen marca ni etiqueta, pero forman parte del paisaje tradicional y la economía doméstica.
A diferencia de otros valles vitivinícolas del país, Casablanca fue históricamente una zona de producción agrícola cerealera, centrada en trigo, avena y papas. Fue recién a fines de los años 70 cuando comenzaron los primeros ensayos con vides, y ya en los años 90 se consolidó como una zona de excelencia para cepas blancas y Pinot Noir.
Hoy, el Valle de Casablanca forma parte de las denominaciones de origen chilenas, con reconocimiento nacional e internacional. Pero detrás de las botellas y los premios, hay décadas de trabajo campesino, adaptación al clima costero y construcción de una comunidad agrícola resiliente.